EL
CEREBRO Y LOS PROYECTOS VITALES
Doctor
López de Munain, el sabio del cerebro: "La mejor forma de entrenarlo es
tener un proyecto vital"
"Me
preguntan mucho si los crucigramas sirven de algo" / "Si un país ve
más rentable fabricar casas que vacunas, tenemos un problema" / "La
prevención cardiovascular está reduciendo la neurodegeneración" / "Un
médico es como un investigador criminal"
11
julio, 2021 (El Español)
Adolfo
López de Munain Arregui (Vitoria, 1958) estudió Medicina en la Universidad de
Navarra y se especializó en Neurología en el Hospital Nuestra Señora de
Aránzazu de San Sebastián. Actualmente dirige el servicio de Neurología del
Hospital Universitario de Donostia, actividad que compagina con una intensa
labor investigadora centrada en patologías neuromusculares, habiendo publicado
más de 300 artículos. Además, es responsable del Área de Investigación de
Neurociencias del Instituto de Investigación Sanitaria Biodonostia y director
científico del Centro de Investigación Biomédica en Red en Enfermedades
Neurodegenerativas (Ciberned), coordinando la labor de más de 50 equipos en
todo el país. Es miembro del comité científico de innumerables asociaciones
dedicadas a enfermedades neuromusculares, esclerosis múltiple, miastenia o
esclerosis lateral amiotrófica. Además, ha fundado varias start-ups médicas
dedicadas a la traslación del conocimiento científico a las empresas.
El
currículum de este neurólogo es inabarcable. La única forma de conseguirlo es
siendo un trabajador incansable: como él mismo reconoce, duerme poco y su forma
de desconectar es dedicarse a un aspecto distinto de su labor. Para hacerlo de
ver pacientes, investiga; para desconectar de la investigación, enseña; para
hacerlo de la docencia, ve pacientes.
López
de Munain habla como si tuviera tan interiorizado su discurso que solo tuviera
que seleccionar la respuesta adecuada: con aplomo, sin apenas dudar,
construyendo cada frase de forma exquisita. Es el puro ejemplo de lo que
predica: para tener un cerebro sano hay que alimentarlo. Por eso decidió
licenciarse en Historia y formar parte de la Sociedad de Estudios Vascos,
porque un médico también es un humanista.
-
¿Entendemos bien nuestro cerebro?
-
Es una pregunta complicada para empezar. Entendemos muchas cosas del
funcionamiento cerebral, pero cuando nos acercamos a las funciones más
complejas, como es la propia conciencia, la génesis de los pensamientos,
determinadas pautas de conducta compleja… las cosas se complican.
El
cerebro es capaz de hacer cosas muy simples, muy parecidas a las que hacen
otros animales, pero también tenemos una serie de funciones, no privativas del
hombre pero que con la sofisticación con que las hace la especie humana no se
ha alcanzado en otros órdenes animales.
Funciones
complejas como la empatía, la teoría de la mente… El correlato del
funcionamiento cerebral para poder desarrollar estas funciones no es tan bien
conocido. Lo conocemos a través de una imagen negativa, cuando no tenemos estas
funciones en la situación de enfermedad. A veces tenemos trastornos del neurodesarrollo,
como puede ser un autismo, o trastornos como la psicosis en las que el cerebro
no está funcionando correctamente, y podemos ver, de manera negativa, la
pérdida de esa función.
En
algunos casos, cuando vamos conociendo el correlato genético o neuropatológico
de estas enfermedades, podemos ir centrando cuáles son las piezas de este
funcionamiento, teniendo en cuenta que en el cerebro hay cosas que están
localizadas en determinadas zonas, como puede ser el lenguaje o la motricidad,
pero otras muchas están distribuidas o que, de alguna forma, son el resultado
del funcionamiento holístico de todo el conjunto y por lo tanto es más difícil
establecer la relación de causalidad con una región concreta.
Conocemos
muchas cosas del cerebro, pero desde el punto de vista biológico probablemente
es una de las fronteras del conocimiento en este momento.
-
¿Se puede entrenar el cerebro, como dicen algunos libros y videojuegos?
-
Tomaría prestadas las palabras de Ramón y Cajal: uno puede esculpir de alguna
forma el cerebro, y hay formas de entrenarlo en su conjunto o determinadas
funciones. Una pregunta muy reiterada en las consultas es: "Yo hago
crucigramas. ¿Esto me puede ayudar a mantener el cerebro sano?" Los
resultados de algunos estudios son controvertidos. Indudablemente, el
entrenamiento de una tarea mejora su ejecución, pero no siempre esa ejecución
mejorada se traslada a una ejecución mejorada de otras.
Cuando
el cerebro, al igual que ocurre con la musculatura, se entrena, mantiene mejor
sus capacidades que cuando no se entrena. Hoy sabemos que, de los mejores
protectores de la expresión sintomática de la neurodegeneración, uno es el
trabajo cognitivo. Si una función no se entrena, en el momento en que el aporte
biológico empieza a fallar, decae.
-
¿A qué nos referimos con el trabajo cognitivo?
-
Normalmente, por lo menos en mi práctica clínica, no suelo hacer hincapié en
cosas que sean muy alejadas en la vida de la persona. A veces, el tránsito de
la vida activa laboral a la de jubilado, algunas personas lo entienden como un
abandono de una serie de tareas que desarrollaban anteriormente. Esto es malo
para el cerebro. La experiencia que yo tengo con las personas que envejecen
exitosamente –y esto es algo que no depende solo de la voluntad individual sino
de factores genéticos y ambientales– es que son aquellas que mantienen la
actividad mental, sobre todo la propositiva. Son personas que tienen un
propósito en la vida, algo por lo que se levantan todos los días y es algo que
les interese.
Lógicamente,
esto dependerá mucho de las circunstancias de salud de cada persona, no solo la
cerebral sino la sistémica, la toma de medicamentos, la situación social, etc.
Pero, a igualdad de todas estas condiciones, la diferencia fundamental estriba
en tener un propósito, y esto se traduce en que son personas activas, que se
programan, que tienen perspectivas de futuro. No se plantean la vida como el
tiempo que queda hasta la muerte sino como un espacio pleno y rico de
posibilidades. Son personas que miran al pasado, pero sin nostalgia y proyectan
sus intereses para el futuro.
-
Lo mejor para el cerebro es tener un proyecto.
-
Sin duda. Ahora que se habla del retraso de la jubilación, yo he oído decir a
algunas personas que la jubilación se convierte en un timo, porque dejas de ser
parte activa y no todo el mundo está preparado para ello. El hecho de que uno
transite de una vida laboral activa, con una serie de responsabilidades, a otra
vida no significa que esa persona deba de dejar de participar activamente.
Incluso
en situaciones de enfermedades dolorosas o que menoscaban la integridad de la
persona en todos los aspectos, el sufrimiento es llevado con una mayor
tolerancia cuando hay un propósito. Hay situaciones que mantienen a algunos
enfermos vivos cuando hay un propósito para estarlo.
Por
el contrario, la persona que pierde el sentido de la vida, bien porque la
enfermedad le ha puesto en condiciones extremas o porque la persona ha perdido
ese interés al estar en un proceso depresivo o de otro tipo, probablemente esto
acorta la vida.
-
Para el cerebro, entonces, la jubilación es mala.
-
Hablar en términos generales es complicado porque no todos los trabajos son
estimulantes. Los que desarrollamos nuestro trabajo con vocación estamos en una
situación diferente con las personas para las que el trabajo es un medio de
vida y les aporta poco más que el salario.
Entiendo
que, en determinadas condiciones de penosidad, un trabajo puede ser un martirio
del cual uno se siente liberado cuando deja de hacerlo. Pero, en términos
generales, teniendo en cuenta que muchos trabajos han perdido esta condición de
penosidad física… La actividad laboral, además, viene acompañada de una serie de
elementos, no solamente los económicos sino el poder socializar con los
compañeros del trabajo, estar en contacto con determinadas situaciones
(dependiendo del tipo de trabajo), que de alguna forma son favorables para el
desarrollo del mantenimiento cognitivo.
Insisto:
no se puede generalizar porque cada mundo laboral es diferente y, obviamente,
cuando un trabajo es alienante y no aporta ningún aspecto positivo, todos
podemos entender que la jubilación se entiende como una liberación.
-
¿Cuál ha sido el principal descubrimiento relacionado con el cerebro en lo que
llevamos de siglo?
-
Esta es una pregunta ciertamente compleja. No sabría decir un descubrimiento
que destaque por encima de otros. Hay algunos más llamativos que otros, estoy
pensando en las neuronas espejo, la capacidad que tenemos de interiorizar
determinados estados… Por dejarlo en términos generales, lo que es más
impactante es la capacidad que tenemos de adentrarnos en el funcionamiento
cerebral mediante técnicas de imagen cada vez más sofisticadas. Y se nos
avecinan otro tipo de técnicas con las cuales vamos a ser capaces de
monitorizar de una forma mucho más fina incluso los estados mentales.
Es
difícil que un solo descubrimiento cree un nuevo paradigma, una nueva visión. En
este siglo han tenido que ver con la genética y la imagen, la capacidad de
poder visualizar, en vida del paciente, su cerebro en una imagen real. Esto es
espectacular. Antes solo teníamos capacidad para acceder a los entresijos del
cerebro tras el fallecimiento del paciente. Ahora podemos obtener información
de casi tanta valía, o incluso mucho más, porque la tenemos en pacientes que
están vivos mediante la resonancia funcional.
Por
ejemplo, en mi hospital realizamos desde hace tiempo intervenciones con el
paciente despierto y se da cuenta de lo que pasa precisamente para orientar al
cirujano en el camino quirúrgico, que procure lesionar solo estructuras
cerebrales que nos van a producir un daño residual. Hace un par de décadas era
impensable.
-
¿Por qué se decantó por la Neurología?
-
Soy neurólogo gracias al profesor Martínez-Lage. A veces hay personas que, en
la vida de un médico en formación, son determinantes. Te gusta su forma de
enfocar las cosas y, sobre todo, esa capacidad de transmitir pasión en lo que
hace. Un gesto imperceptible en un maestro puede ser determinante para
estimular la carrera de una persona.
Tuve
la suerte, posteriormente, de encontrarme con otro maestro, el profesor Martí
Massó, que también había sido discípulo de Martínez-Lage, con el cual aprendí
la neurología clínica y que en la profesión de médico no se puede disociar la
función asistencial de la docente y de la actividad investigadora. Por tanto,
siempre he procurado, con mayor o menor éxito, ligar las tres facetas de la
vida profesional de un neurólogo en esos tres ámbitos.
-
Usted, que es director del Ciberned, ¿qué opina del estado de la investigación
en España?
-
El estado de la ciencia en España se puede ver desde dos ópticas, una pesimista
y otra optimista. La pesimista viene derivada de una insuficiencia crónica de
recursos para la investigación biomédica y general, que ya fue denunciada por
Ramón y Cajal. Pero también es cierto que esta situación tiene un lento
progreso hacia su resolución. El problema que tiene España es que, cuando se
produce esta opinión generalizada de los poderes públicos de que la única forma
de progresar como país es la investigación, nos asola algún tipo de crisis
económica o pandémica que nos hace dar un paso atrás.
Afortunadamente,
ya hay una mayoría muy significativa de ciudadanos y de políticos de todo signo
que entienden que la inversión en ciencia siempre resulta rentable. Cuando una
actividad no es estacional y depende de la producción intelectual de los
individuos es más fácil deslocalizarla y continuar. En cambio, cuando la
actividad económica de un país depende fundamentalmente del ocio, es muy frágil
y tiene riesgos evidentes en cuanto se tuercen algunas de las condiciones, o
bien climáticas o bien de movilidad.
Nuestros
héroes sociales deben ser, en este momento, las personas que con su esfuerzo
han sido capaces de resolver una situación tan complicada como la pandemia y
por eso me felicito de que aquellas que han contribuido con su esfuerzo a que
las vacunas hayan tenido éxito sean personas reconocidas socialmente. Tenemos
que avanzar en esto para tener una sociedad mejor.
Si
uno ve la parte positiva, indudablemente en España se están dando pasos. Hay
una esperanza de que los fondos de regeneración que nos va a transmitir Europa
se empleen en crear las bases para la economía basada en el conocimiento, no en
el ocio, que es importante y que sabemos hacer muy bien pero que tiene una
serie de riesgos de sostenibilidad, como se ha demostrado durante la pandemia.
-
¿Está la neurociencia española en el lugar que le correspondería teniendo como
pionero a una figura tan crucial como la de Ramón y Cajal?
-
Creo que no. Está a buen nivel: hay magníficos neurocientíficos, yo tengo el
privilegio de dirigir una organización con 56 grupos sobre neurodegeneración.
Pero hay que decir que las condiciones de inversión en estos equipos no
favorecen poder llegar a esos niveles.
No
obstante, quizá nuestro principal problema no está en el talento, que no falta,
sino en que seamos capaces de proporcionar pistas de aterrizaje a muchísimas
personas que en estos momentos están fuera del país desarrollando sus carreras
con notable éxito, y que pudiesen regresar a centros del país y generasen masa
crítica.
Soy
un gran defensor de las élites científicas, pero también de la clase media: no
hay élite científica si no hay suficiente clase media. Si uno hace la
comparativa con el deporte, cuando yo era joven los atletas y deportistas
españoles de éxito eran auténticos héroes. Teníamos un tenista excelente, un
ciclista, un futbolista. La diferencia fundamental es que, cuando se ha
cultivado de forma intensiva el deporte en las escuelas de alto rendimiento
tenemos muchísimos practicantes y, de todos ellos, emerge una élite de
referencia que no son personas aisladas.
Ese
cultivo de la clase media necesita ser convenientemente irrigado con recursos
para hacer que se extienda. Si, por el contrario, hay carencias, algunas
personas van a abandonar esta carrera porque necesitan algo que les permita
vivir con cierta dignidad. Por eso, a las tres patas del médico que me
enseñaron mis maestros (asistencia, docencia e investigación) he añadido por mi
cuenta una cuarta, que es la transferencia, es decir, tratar de transferir esos
conocimientos a los pacientes y a la economía. Ese es el motivo por el cual
hace unos años creamos una fundación de investigación y, en los últimos
tiempos, he colaborado en la creación de tres start-ups para hacer
transferencia de ese conocimiento a la industria.
-
Parece que esa transferencia de conocimiento es la cuenta pendiente de la
investigación española.
-
Hay una serie de corsés legislativos que no lo hacen fácil. En España, una
persona que trabaja en el sector público está obligado por varias leyes que
tienen una serie de restricciones a la hora de emprender. Hay un cierto castigo
para las personas que, proviniendo de la función pública, quieren emprender
cuando en otros sitios lo que se promueve es una vía compartida: personas que
tienen capacidad docente pueden perder menos tiempo en tareas de gestión y, por
otro lado, ser impulsoras de iniciativas de este tipo.
A
veces pensamos en el científico que, a través de una investigación, va a
convertirse en una persona rica porque va a descubrir algo muy importante que
le va a dar mucho dinero, cuando la mayoría de las veces lo que se crean son
oportunidades, no dinero, para que muchos de nuestros egresados postdoctorales
puedan desarrollar sus conocimientos en empresas que vendan servicios o
productos que la sociedad demanda. A veces es necesario crear estas estructuras
porque, si no, estamos condenados a pagar eternamente estos servicios o
productos que vienen de fuera, con sistemas muy parecidos al nuestro pero mucho
más exitosos a la hora de favorecer la transferencia.
Esta
es una dinámica de éxito en otros países y está claro que, desde una función
pública, un funcionario no estimulado no tiene entre sus visiones la de crear
riqueza. Si la aspiración fundamental de los investigadores es tener una
estabilidad funcionarial, probablemente perdamos de vista que un papel
fundamental que tienen es trasladar estas investigaciones a la empresa.
-
¿Por qué es tan difícil tratar las enfermedades neurodegenerativas?
-
Uno de los problemas es que el paradigma conceptual con el que abordamos estas
patologías necesita una profunda revisión. En los últimos 30 años hemos ligado
las enfermedades neurodegenerativas a un concepto neuropatológico que es la
presencia de determinadas lesiones en el cerebro de los individuos y que están
constituidas por depósitos de proteínas.
Este
paradigma reza de la siguiente forma: el mal funcionamiento de determinadas
funciones celulares produce acúmulos de proteínas que no son depuradas por los
sistemas de depuración de la célula, favorecen el mal funcionamiento neuronal
y, finalmente, su degeneración y muerte.
Esto
es verdad, pero probablemente sea insuficiente. Conocemos el caso de personas
que han fallecido con un cerebro completamente lesionado y lleno de este tipo
de estructuras que, sin embargo, ha tenido un funcionamiento aceptable.
Por
otro lado, sabemos también que las personas empiezan a desarrollar este tipo de
lesiones mucho tiempo antes de que manifiesten los síntomas. Por tanto, tenemos
que perfeccionar nuestro paradigma en relación a la neurodegeneración.
Personalmente,
estoy convencido de que el elemento fundamental que tenemos que entender al
hablar de neurodegeneración es su conexión con el envejecimiento. La
neurodegeneración puede empezar muy pronto, pero se manifiesta con el
envejecimiento. Por lo tanto, controlar éste y retrasarlo es más que probable
que nos permita retrasar los elementos clínicos de la neurodegeneración.
En
ese sentido, el problema de los tratamientos probablemente está en relación con
que nosotros abordamos la enfermedad cuando da manifestaciones clínicas, y eso
puede suceder que 30 años después de que se empiecen producir los primeros
problemas en el cerebro. Un tratamiento que llega cuando el cerebro ya tiene
una serie de daños es poco probable que pueda restaurar la situación inicial.
-
¿Cómo se puede retrasar la neurodegeneración?
Ese
es el otro reto fundamental, la prevención. Intentar entender cuáles son los
fenómenos primarios que están detrás de ese malfuncionamiento celular para
tratar de evitarlo. Ya somos bastante conscientes de que algunas medidas que se
han ido tomando en el mundo occidental con respecto a la prevención de
enfermedades cardiovasculares, como son el control de la hipertensión, la
obesidad, el tabaquismo y los factores metabólicos, está redundando en una
reducción relativa de los casos de neurodegeneración a determinadas edades en
el primer mundo.
Entiéndase
bien: no es que tengamos menos casos, sino que tenemos menos casos en
proporción a los de edad. Lo que ocurre es que, en el mundo desarrollado, el
envejecimiento de la población hace que tengamos muchas personas mayores de 80
años y aunque la proporción de pacientes descienda, en términos absolutos
tenemos más. Por tanto, el control de los factores en las edades intermedias de
la vida, probablemente redundará, si no en una desaparición, en una reducción de
las enfermedades neurodegenerativas y, desde luego, sí en un retraso en su edad
de aparición.
-
¿No se puede entender la gran mayoría de enfermedades degenerativas sin
asociarla a otros tantos factores de salud?
-
Los factores genéticos son determinantes en un porcentaje que oscila en entre
un 5% y un 10% de las enfermedades más conocidas (alzhéimer, párkinson), pero
en el 85% de los casos son esporádicos. En estos casos, lo genético tiene un
valor de susceptibilidad: uno nace con una serie de cartas y si además el juego
le va mal es posible que pierda la partida. Pero ahí es donde interviene la
interacción con los factores ambientes: malas cartas, ambiente insalubre,
prácticas de riesgo (alcohol, drogas) y haber tenido traumatismos craneales
conlleva un riesgo aumentado de padecer neurodegeneración.
Con
los factores genéticos no podremos actuar salvo en aquellas enfermedades
mendelianas [de origen genético] que tengan disponible una terapia génica que
pueda ser administrada precozmente, y en el resto de casos tendremos que
conocer los factores y adaptarlos a un estilo de vida que sea más protector.
En
el momento en el que el proceso neurodegenerativo se conoce que se pone en
marcha, ahí tenemos que poner el acento no solo en las medidas preventivas sino
en terapias que sean capaces de proteger, de alguna forma, el cerebro del
desarrollo de estas enfermedades. Ese sería un enfoque de visión precoz de la
neurodegeneración no como algo que debemos abordar cuando el paciente, ya
anciano, acude a la consulta con problemas evidentes de motricidad o de
memoria, sino cuando un paciente joven al cual hemos evaluado desde un punto de
vista genético y sus factores genéticos no dan aún síntomas evidentes
clínicamente, de que el proceso de neurodegeneración está en marcha y por tanto
debemos actuar.
-
¿Qué opinión le merece el aducanumab, el medicamento recientemente aprobado por
la FDA contra el alzhéimer que ha generado tanta polémica?
-
Tengo una información suficientemente contrastada pero no completa. Es un
tratamiento que es uno más de los que se están ensayando basados en la teoría
amiloide de la enfermedad de Alzheimer, que establece que esta enfermedad se
produce como consecuencia del acúmulo de una proteína, la beta amiloide, en el
cerebro.
Esta
teoría es, a mi juicio, manifiestamente insuficiente, en primer lugar, porque
no solamente Alzheimer –el psiquiatra alemán que describió esta enfermedad–
describió este depósito de amiloide, sino que también describió depósitos de
otra proteína que se llama tau. Y la cantidad de tau depositada en el cerebro
correlaciona mejor con el trastorno cognitivo que la propia cantidad de
amiloide.
Basándose
en esta teoría, hace más de 20 años, se empezaron a hacer las primeras terapias
para limpiar la amiloide. Algunas de ellas fracasaron por efectos secundarios,
y esta es la primera que se ha presentado a la FDA y se ha aprobado. Pero la
aprobación que ha hecho la FDA ha sido muy controvertida. Una inmensa mayoría
del panel de expertos reunidos por la agencia para aprobarla fueron contrarios
a la autorización, pese a lo cual se hizo una aprobación condicional basada en
dos premisas: que los resultados no eran malos (tampoco eran buenos) y que la
enfermedad no tiene un tratamiento eficaz por el momento.
La
aprobación condicional exige al laboratorio promotor la aportación de datos
adicionales en un plazo de ocho o nueve años. Este tipo de aprobaciones
condicionales no me gustan porque creo que, de alguna forma, nos sitúa a los
clínicos ante un tratamiento que no sabemos si realmente funciona, es un
tratamiento muy caro, no está claro que los sistemas nacionales de salud puedan
asumir y necesitamos tener más garantías no solo de su eficacia sino de su
seguridad.
Hubiese
sido prudente que la aprobación, en el caso de haberse dado, se hubiera
vinculado a la aportación de pruebas adicionales en un periodo más corto de
tiempo, no superior a un año, año y medio, y por lo tanto limitar esa
aprobación a este tiempo. Creo que esto va a tener un debate muy largo, vamos a
ver qué dice la Agencia Europea del Medicamento, pero mi posición como
neurólogo –y que muchos compañeros comparten– es que esta aprobación es
precipitada y prematura.
-
¿Cuánto hay de medicina y cuánto de cuidados en las enfermedades
neurodegenerativas?
-
Algunas tienen tratamientos relativamente eficaces, al menos temporalmente como
en la enfermedad de Parkinson. El espectro de tratamientos es amplísimo. En
este sentido yo diría que lo más importante es disponer de una red social o
familiar de cuidados que sea capaz de obviar las dificultades de la enfermedad.
Muchos de estos enfermos pueden vivir en su domicilio y hacer una vida
relativamente normal, con limitaciones evidentes, gracias a que viven insertos
en un núcleo familiar que se ha reorganizado y vive pendiente del enfermo.
Cuando
esto no es posible es evidente que el paciente es dependiente y que necesita
otro tipo de cuidados. Son fundamentales para dar calidad de vida a los
pacientes. Téngase en cuenta que estas enfermedades son de larga evolución. Hay
pacientes que evolucionan en tiempos relativamente cortos y otros que van a
vivir con esta enfermedad durante más de 30 años. Los cuidados y el tener
soporte vital, familiar, social, etc. son fundamentales.
Mientras
que no dispongamos de tratamientos que sean capaces de revertir síntomas de la
enfermedad, este abordaje de compensación del déficit a todos los niveles es la
única estrategia que tenemos y la que necesitamos mantener.
-
El neurólogo tiene que observar muchas veces el declive de la persona.
¿Considera que su especialidad es más dura para el médico en el plano
emocional?
-
Sí lo es, no diría que la más dura: uno siempre piensa que los médicos que ven
pacientes infantiles u oncológicos tienen un plus de dureza, pero en todas las
especialidades, si uno es medianamente sensible, va a sufrir con el paciente
por la impotencia de no poder compensar las circunstancias de la enfermedad.
Dentro de las enfermedades neurológicas, las infantiles son ciertamente duras,
se quiebra un proyecto vital. Pero también con las personas mayores.
A
la Neurología se le ha acusado, a veces injustamente, de un cierto preciosismo
diagnóstico, primero por la exploración más o menos compleja y ahora con
técnicas de apoyo diagnóstico impresionantes, pero le falta completar esto con
armas terapéuticas eficaces.
Sin
embargo, cuando uno lo ve con perspectiva, se da cuenta de que, en los últimos
30 años, aunque no ha resuelto los problemas de las enfermedades
neurodegenerativas, sí lo ha hecho con otros problemas sin resolver o resueltos
de forma poco satisfactoria, como las migrañas, la epilepsia, la esclerosis
múltiple, las enfermedades de origen autoinmune… Cuando uno va viendo los
capítulos del libro donde se han ido introduciendo elementos terapéuticos,
tiene razones para sentirse satisfecho en relación a lo que había hace 30 años.
Pero esto no nos debe llamar al conformismo.
-
¿Se puede desconectar del trabajo siendo médico?
-
Quizá yo no sea un ejemplo muy bueno de desconexión, duermo poco. Quizá
desconecto cambiando de actividad dentro de mi trabajo. Tengo una parte
asistencial importante, la dirección de un servicio de Neurología de un
hospital terciario que exige muchas reuniones, decisiones importantes respecto
a la actividad del día a día; pero también dirigió un área de investigación importante
en el Instituto de Investigación Sanitaria Biodonostia, y un instituto
científico en red como Ciberned.
A
veces el relajo consiste en cambiar de actividad y a veces no es posible, se
trabaja simultáneamente en dos cosas. Cada uno busca sus formas de relajarse,
quizá yo no lo hago de la mejor forma: hay gente que dedica un tiempo al
deporte, a la relajación… Yo encuentro relajación en la lectura,
fundamentalmente de historia. Hace unos años tuve la oportunidad de licenciarme
en Historia por gusto, y un trabajo intelectual diferente al que estoy haciendo
me relaja respecto al principal.
Esa
es más o menos la forma, voy pasando de una actividad a otra. Eso tiene el
problema de la superficialidad: a veces añoro cuando podía leer un par de
artículos científicos y pasarme unos días pensando en ellos, y ahora este tipo
de ritmo en todas estas facetas me puede impedir profundizar, y me planteo en
los próximos años ir reduciendo la actividad en algunas cuestiones y
profundizando en las más importantes.
-
Licenciado en Historia y además forma parte de la Sociedad de Estudios Vascos.
Muchos neurólogos tienen un gran interés en las humanidades. ¿Es la Neurología
especial en ese interés?
-
Conozco muchos médicos de otras especialidades que tienen capacidades, y han
sido excelentes novelistas, políticos, periodistas… Creo que la Medicina en
general es una especialidad tan pegada a la naturaleza humana, estamos tan en
contacto con su esencia, a veces en sus facetas más crudas, que te proporciona
una experiencia vital que muchas veces uno siente la necesidad de narrar o de
buscar.
En
mi caso, la coordenada histórica es porque me permite relativizar las cosas,
situarlas, aprender de enfoques anteriores, intentar analizar errores… Esto
vale para la medicina, pero también para la vida. No creo que los neurólogos
como tales seamos muy diferentes a otras especialidades. He encontrado muchos
médicos con un bagaje intelectual y cultural espectacular que han cultivado
robándole horas al sueño. Creo que eso tiene que ver con una profesión muy
ligada a la naturaleza humana. Médicos y maestros son profesiones muy ligadas a
la naturaleza humana y por tanto hay experiencias que son cercanas.
Luego
hay otro aspecto. El médico es un ser eminentemente curioso. Y debe serlo:
tiene que otear en lo que el paciente cuenta y no le cuenta, por dónde vienen
los problemas y hacerse suposiciones, imaginarse los escenarios para tratar de
establecer qué pautas diagnósticas y de tratamiento tiene que tomar. Ese
carácter incisivo que lo acerca a un investigador criminal le hace adentrarse
en terrenos que no son los propios de la especialidad, y eso explica
posiblemente sea una de las profesiones con más representación en el mundo de
la política. ¿Cómo no va a tener un médico preocupaciones políticas cuando gran
parte de lo que ocurre en su trabajo depende de decisiones políticas?
-
¿Qué sintió cuando murió Francisco Luzón a principios de año?
-
Fue una pérdida muy sentida. Paco Luzón fue un hombre que había conseguido a lo
largo de su vida los más altos logros profesionales y, de repente, se vio
castigado por una enfermedad que, dentro de las neurológicas, es ciertamente
cruel. Haciendo honor a su talante emprendedor y lleno de audacia lo que hizo
fue convertir esta enfermedad en una oportunidad para hacer un último trayecto
en su vida intentando fundamentalmente organizar a los enfermos.
Creo
que su mayor contribución ha sido poner la ELA en la agenda política. A
diferencia del alzhéimer o el párkinson, es muchísimo más infrecuente (4 casos
por 100.000 habitantes y año). Pero es terrible porque priva al sujeto de su
motricidad, y eso condiciona su vulnerabilidad. Yo sentí mucho la pérdida de Paco
Luzón, como he sentido la de muchos pacientes que no son famosos pero que han
tenido el mismo calvario, por el que han pasado sus familias.
-
¿Cómo ve a la Neurología dentro de unos años?
-
En parte lo he mencionado, y es algo en lo que estoy enfrascado: intentar
entender la relación entre el envejecimiento y la neurodegeneración. Estoy
convencido de que, si entendemos las claves del envejecimiento en términos que
podamos modular farmacológicamente o que podamos prevenir mediante determinados
estilos de vida, estoy convencido de que los procesos neurodegenerativos…
probablemente no podamos con ellos, porque somos seres biológicos y tenemos una
caducidad, pero sí los podremos retrasar. Este es el reto fundamental.
Luego
hay retos particulares. Me interesa especialmente el tratamiento de las
enfermedades genéticas y, en concreto, las neuromusculares, que afectan
fundamentalmente a niños y personas jóvenes, y estoy convencido de que las
terapias génicas acabarán teniendo éxito y eso lo veremos en los próximos años.
*
El cerebro humano está constituido por unos 86.000 millones de neuronas, cada
una de las cuales puede tener miles de conexiones con el resto. Se calcula que
la información que contiene equivale a 200 exabytes o, lo que es lo mismo, la
totalidad del contenido publicado en internet hasta este momento. A pesar de
suponer solo el 2% del peso corporal, consume el 20% de la energía que requiere
el cuerpo. Cada tres segundos hay un nuevo caso de demencia en el mundo. La OMS
calcula que hay unos 47 millones de personas con algún tipo de demencia, en
torno al 5% de la población mundial de edad avanzada. Se prevé que en 2030 sean
75 millones. Y en 2050 serán 132 millones.